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TP 2 - PROCESO

Clase 20/6
Propuesta mosaico

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Clase 27/6
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Clase 04/7
 Propuesta mosaico

INTRODUCCIÓN:
 

ESPACIOS DEL PODER EN EL PERÚ VIRREINAL

Este mosaico hace foco en el análisis de la ciudad de Lima, durante el siglo XVIII, en el contexto del Virreinato del Perú, abordando la articulación urbana y funcional de dos núcleos estratégicos, el Puerto del Callao y la Plaza Mayor de Lima. El objetivo es comprender cómo se organizaban estos espacios, qué funciones cumplían y de qué manera coexistían y se complementaban dentro del entramado social.

El Virreinato del Perú, uno de los territorios más relevantes del poder colonial español en América, presentaba una organización espacial jerarquizada que respondía a las necesidades políticas, económicas, religiosas y defensivas de la Corona. En este sistema, dos núcleos urbanos destacaban por su centralidad funcional. Por un lado, el Puerto del Callao, como nodo militar, comercial y defensivo, funcionaba como la principal puerta de entrada al virreinato y punto de contacto con las redes atlánticas y pacíficas. Por otro lado, la Plaza Mayor de Lima concentraba las principales instituciones de gobierno, justicia y religión, entre ellas el Palacio Virreinal, la Catedral, la Audiencia y el Cabildo, desde donde se gestionaba la vida urbana y se organizaban las prácticas cotidianas del poder local.

Entre ambos puntos se extendía el Camino Real, una vía ceremonial y estratégica que no solo conectaba físicamente el puerto con la capital, sino que articulaba simbólicamente el ingreso del poder virreinal al territorio. En ese recorrido, destacaba la presencia de la Basílica de San Pedro, iglesia de gran importancia espiritual y política, donde se bendecía el ingreso de autoridades como los virreyes antes de su entrada en la ciudad. Este trayecto estructuraba el ingreso ritualizado del poder, reafirmando el vínculo entre la Corona, la Iglesia y los ciudadanos de Lima.

Este trabajo propone analizar la manera en la que estaban compuestos y organizados estos dos núcleos clave, examinando su estructura interna, las funciones que albergaban, los tipos de circulación que promovían y las instituciones que los consolidaban como centros estratégicos. A partir de esta mirada, se busca explorar la lógica de complementariedad y dependencia que los vinculaba, y comprender cómo se articulaba el poder virreinal tanto en lo urbano como en lo territorial.

En este sentido, el espacio urbano no se concibe como un mero soporte físico, sino como una herramienta estratégica para el control, la circulación y la representación del poder virreinal. El análisis detallado del Puerto del Callao y la Plaza Mayor de Lima permite comprender cómo ambos espacios, aunque diferenciados en sus funciones, formaban parte de un mismo sistema urbano-territorial orientado a sostener el proyecto imperial de la Corona española. El Callao, como centro marítimo fortificado, concentraba las funciones de defensa militar y control comercial. Era la puerta de entrada al virreinato y el punto de contacto con los circuitos del Atlántico y del Pacífico, desde donde llegaban mercancías, personas, ideas y normativas. Su infraestructura portuaria, la presencia de aduanas, arsenales y murallas, lo convertían en un nodo clave para regular el tráfico de bienes y garantizar la seguridad del imperio frente a amenazas externas, como corsarios o potencias rivales. Por otro lado, la Plaza Mayor de Lima, núcleo político y simbólico de la capital, albergaba las principales instituciones virreinales: el Palacio de Gobierno, la Catedral, la Audiencia y el Cabildo. Este espacio no solo centralizaba el poder administrativo, judicial y religioso, sino que también funcionaba como escenario de rituales, celebraciones y castigos públicos que consolidaban la autoridad de la Corona ante la población. El Cabildo, en particular, cumplía un rol fundamental en la administración local, siendo responsable de regular mercados, organizar eventos públicos y gestionar la vida urbana cotidiana bajo supervisión del virrey.

Ambos núcleos, a través de su organización espacial, sus flujos de circulación y las funciones que contenían, mostraban una lógica de complementariedad y dependencia mutua, donde el control de lo externo y la gobernabilidad interna se articulaban en un sistema pensado para sostener y proyectar el dominio colonial en América.

En este marco, el estudio conjunto de estos espacios permite así comprender los modos en que el poder se territorializaba en la ciudad virreinal, revelando cómo la planificación y el uso del espacio respondían a intereses estratégicos de la monarquía hispánica y a la necesidad de consolidar su dominio tanto hacia dentro como hacia afuera de sus fronteras.

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PUERTO COMO PUNTO DE PARTIDA

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La imagen representa la llegada de una embarcación al Puerto del Callao, principal enclave marítimo del Virreinato del Perú durante el siglo XVIII. Lo que se representa aquí, es un acto profundamente cargado de significado político y simbólico; el arribo del virrey, cuyo desembarco marcaba el inicio formal de su ejercicio del poder en estas tierras.

Esta escena portuaria es en realidad el primer acto de un complejo ritual de legitimación imperial. El Virreinato del Perú, con sede en la ciudad de Lima, concentraba el poder político, religioso, administrativo y militar de una gran parte del continente. En ese esquema, el Callao, ubicado a solo 14 kilómetros de la capital, funcionaba como el primer movimiento del dominio real, el punto de partida desde donde comenzaba a proyectarse el orden colonial hacia el interior del territorio.

La imagen muestra un intenso movimiento costero. Muelles, almacenes, aduanas, barracas y soldados, que revelan la sólida infraestructura del Callao en el siglo XVIII. Pero más allá de lo visible, este puerto cumplía una función estructural dentro del engranaje virreinal. Desde allí, no solo ingresaban mercancías, sino también normas reales, funcionarios, ideas, y símbolos del poder imperial. Era un nodo que articulaba al Virreinato con las grandes rutas transatlánticas y transpacíficas, asegurando la conexión constante entre la metrópoli y sus colonias.

En este contexto, el Callao no debe entenderse únicamente como un puerto comercial o defensivo, sino como un dispositivo integral de poder del Virreinato del Perú. 

Así, esta imagen nos ofrece una ventana al funcionamiento del Virreinato del Perú como unidad política organizada, centralizada y jerárquica. En ella, el Callao aparece como su punto de inicio, el escenario donde la autoridad se hace cuerpo, el comercio se convierte en control, y el poder se ritualiza antes de proyectarse hacia el extenso territorio que Lima gobernaba en nombre del rey.

EL PUERTO COMO ESCENARIO POLÍTICO Y ECONÓMICO

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CAMINO REAL

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La imagen representa un tramo del Camino Real, la ruta que unía el Puerto del Callao con la ciudad de Lima, y que operaba como eje articulador del poder virreinal en el Perú. Esta ruta condensaba múltiples dimensiones del dominio colonial ya que era el espacio de circulación material, pero también de representación simbólica, escenario ceremonial y soporte de la autoridad real en movimiento.

El Camino Real no era solo un sendero entre la costa y la capital, era una estructura planificada, cuidadosamente mantenida y custodiada, donde transitaban mercancías, emisarios reales, noticias, y también rituales, procesiones y caravanas virreinales. Su trazado representaba una intención política concreta, conectar el contacto externo del imperio (el mar), con su núcleo organizador (la Plaza Mayor), marcando así el recorrido que debía hacer el poder para legitimarse y asentarse.

En la imagen puede apreciarse una caravana avanzando de manera ceremonial; soldados encabezando la marcha, funcionarios civiles, clérigos, y al centro, el virrey recién llegado, montado en carruaje. Es una escena donde el poder se hace visible, donde el virreinato se representa a sí mismo ante la población.

Este camino, más allá de su función logística, era el escenario físico de la legitimación política.  Así, el Camino Real se convertía en una teatralización del orden virreinal, una coreografía del dominio colonial donde cada paso tenía valor simbólico.

Desde esta perspectiva, la imagen del Camino Real no muestra una simple vía de comunicación, sino una columna vertebral del sistema colonial, un eje de tránsito que encarnaba las jerarquías del imperio y proyectaba la fuerza de la monarquía española desde el litoral hasta el corazón administrativo de Lima.

PARADA URBANA

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PLAZA MAYOR COMO FINAL DEL RECORRIDO

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La imagen representa una escena ceremonial en la Plaza Mayor de Lima, el punto culminante del recorrido que unía el Puerto del Callao con la capital del Virreinato del Perú a través del Camino Real. 

Lo que se observa es la manifestación visual del poder imperial en su máxima expresión, proyectado sobre el espacio urbano con una lógica planificada. 

En el centro de la imagen se ubica el mercado, que no era un simple lugar de intercambio, sino un verdadero escenario de vida cotidiana donde convergían personas de todas las clases sociales y orígenes étnicos. Cada sector del mercado está organizado según el tipo de mercancía, lo que evidencia una regulación oficial del espacio, probablemente impulsada por órdenes del virrey.

Justamente, la presencia del virrey en la pintura, montado a caballo con su séquito, resalta no sólo su rol como máxima autoridad política del virreinato, sino también como garante del orden social y moral. Su figura se desplaza con solemnidad por la plaza, reafirmando el principio de jerarquía colonial, donde el poder no sólo se ejercía desde los palacios, sino también se mostraba y teatralizaba en el espacio público.

La Plaza Mayor, como se representa aquí, era más que un escenario: era el punto culminante de un recorrido ceremonial que comenzaba en el Puerto del Callao. Ese trayecto, realizado por el Camino Real, articulaba el ingreso del poder desde el mar hasta el núcleo institucional de Lima. 

Al rededor de la plaza se encuentra, por un lado, el Palacio del Virrey, sede del poder ejecutivo; en otro extremo, el Cabildo, como centro del gobierno local; y la Audiencia, representante del poder judicial.

Este orden visualizado responde a un modelo de ciudad ideal colonial, en el que lo económico (el mercado), lo político (el virrey) y lo social (la jerarquía estamental) se entrelazan en un mismo escenario. La plaza es, por lo tanto, una síntesis del poder virreinal; muestra riqueza, control, espectáculo y sometimiento.

PLAZA MAYOR COMO ESCENARIO POLÍTICO Y ECONÓMICO

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Esta imagen complementa el sentido de la anterior, al presentar con mayor claridad la actividad cotidiana del Puerto del Callao durante el siglo XVIII. Aquí se enfoca el plano terrestre y portuario, ya que puede observarse una densa concentración de trabajadores, embarcaciones menores, grúas rudimentarias, depósitos y galpones que bordean la costa, en una escena que refleja el dinamismo económico y logístico del enclave.

La imagen nos permite visualizar al Callao como un verdadero pulmón económico del virreinato, desde donde se organizaban los embarques de plata, productos agrícolas, textiles y otros bienes coloniales con destino a Europa y Asia, y donde ingresaban mercancías importadas, como armas, vinos, artículos de lujo, manufacturas o incluso esclavos, desde las rutas transatlánticas y transpacíficas. La presencia de astilleros, carretas, muelles y embarcaciones auxiliares evidencia la existencia de una infraestructura compleja, orientada a sostener un sistema comercial de gran escala que funcionaba bajo estrictas normativas fiscales impuestas por la Corona española.

Por sus costas ingresaban no sólo bienes y personas, sino también signos materiales del dominio real, como estandartes, documentos sellados, bulas papales, libros prohibidos, modas culturales y noticias políticas que redefinían el curso de la vida colonial. Todo lo que acontecía en el Callao tenía eco en Lima, y viceversa, en un vínculo indisoluble que hacía de este enclave no un espacio periférico, sino el punto de activación del circuito virreinal, donde lo económico, lo político, lo defensivo y lo simbólico se entrelazaban.

Por lo tanto, esta imagen permite comprender que el Puerto del Callao no solo era un punto de partida físico en el recorrido hacia el corazón administrativo del virreinato, sino también un nodo estructural de orden imperial, donde se articulaban las lógicas del comercio, la vigilancia y la representación del poder colonial español.

La imagen representa la Basílica de San Pedro, un templo monumental ubicado estratégicamente entre el Puerto del Callao y la Plaza Mayor de Lima, en pleno tránsito del Camino Real. Más que una iglesia, este espacio operaba como un nodo simbólico de enorme relevancia dentro del Virreinato del Perú, articulando el poder espiritual con el político en un punto de paso obligado hacia el corazón de la capital virreinal.

Fundada por la Compañía de Jesús y ampliada durante el siglo XVIII, la Basílica no sólo destacaba por su arquitectura imponente y su riqueza ornamental, sino por su función dentro del ceremonial del poder. Situada en una posición intermedia entre la periferia portuaria y el centro gubernamental, la iglesia interrumpía, ordenaba y bendecía el recorrido de los recién llegados desde el mar.

Su papel era central durante las entradas virreinales, cuando los nuevos representantes del rey emprendían el trayecto ritual desde el Callao hasta Lima.

En la imagen puede verse a la comitiva deteniéndose frente al templo. En el interior, se celebra una misa majestuosa, se pronuncian bendiciones y se entonan cánticos sacros. Este era un momento de legitimación espiritual, donde el poder real era ratificado por la Iglesia, en un espacio que funcionaba como umbral sagrado entre el mundo exterior y el orden institucional de la ciudad. Recibían la bendición eclesiástica, y reafirmaban el vínculo entre el poder político y el poder espiritual.

Pero la Basílica no era solo escenario de la entrada virreinal. También formaba parte del entramado cotidiano de rituales que articulaban el orden colonial.

En este sentido, la imagen no retrata simplemente un templo religioso, sino un espacio de mediación simbólica entre el exterior y la capital, entre el virrey recién llegado y la autoridad ya establecida. Era el lugar donde el poder se purificaba, se bendecía y se incorporaba al orden colonial.

Esta imagen destaca la fachada del Cabildo, uno de los edificios principales que rodeaban la plaza. Desde aquí se ejercía el gobierno local, subordinado al virrey, pero con competencias administrativas importantes. Era el lugar donde se gestionaba la vida urbana, se regulaban mercados, se planificaban obras y se organizaban las festividades públicas. Aparece también una multitud transitando, lo que indica su papel como institución visible y cercana a la comunidad, aunque subordinada a la lógica vertical del poder colonial.

Desde este edificio se regulaban aspectos esenciales del día a día: la planificación del espacio público, el control de los mercados, la organización de festividades, el mantenimiento de calles y fuentes, y la resolución de asuntos administrativos menores. Era, en muchos sentidos, la instancia que traducía el poder imperial en normas prácticas para la ciudad, operando como nexo entre la autoridad central y la población local.

El Cabildo, como parte del perímetro institucional que rodeaba la Plaza Mayor de Lima, participaba activamente en la organización y dinamización de ese espacio central. Eran responsables de autorizar el uso de la plaza para ferias, mercados y eventos públicos, convirtiéndose en gestores directos del uso simbólico y funcional del principal escenario del poder colonial. 

En este sentido, la imagen muestra a numerosos caminantes circulando por la plaza, lo que refuerza la idea del cabildo como institución visible, accesible y próxima a la comunidad, aunque siempre bajo la lógica jerárquica del régimen virreinal. 

Así, la presencia del Cabildo, forma parte del paisaje institucional que estructuraba la Plaza Mayor, reflejando una ciudad organizada según el modelo hispano de “cuadro de poder”, donde gobernar, juzgar y evangelizar eran funciones distribuidas arquitectónicamente y ejecutadas con ritualidad, vigilancia y eficiencia.

CONCLUSIÓN;

El recorrido analizado entre el Puerto del Callao y la Plaza Mayor de Lima, con la Basílica de San Pedro como punto intermedio, revela una profunda articulación territorial planificada por el poder virreinal que no respondía únicamente a criterios logísticos o urbanos, sino a una necesidad estructural de construcción simbólica del dominio colonial.

Estos núcleos urbanos cumplían funciones específicas, complementarias y jerarquizadas dentro de un sistema territorial diseñado para garantizar la estabilidad, la vigilancia y la proyección del orden imperial español.

El Puerto del Callao, como frontera marítima y primer contacto con el virreinato, operaba como un dispositivo de control múltiple. Su infraestructura estaba orientada tanto al comercio legal como a la defensa del territorio, y su dimensión política se reforzaba con rituales como la recepción oficial de autoridades enviadas por la Corona. Este punto no solo habilitaba el ingreso físico de mercancías y personas, sino también el de normas, discursos e ideología imperial, posicionándose como espacio de filtrado, contención y legitimación. Además, su arquitectura fortificada materializaba la idea de un imperio vigilante y soberano, capaz de ejercer poder tanto hacia el exterior como hacia su propio interior colonial.

El Camino Real, que unía el Callao con la capital, no era un simple trayecto funcional. Se trataba de un trayecto ceremonial, por el cual circulaban no solo productos y autoridades, sino también rituales, procesiones, símbolos y jerarquías. En ese recorrido, la Basílica de San Pedro cumplía un rol clave como espacio de legitimación espiritual del poder en tránsito. Este templo, regentado por los jesuitas, servía como punto de detención simbólica para la bendición de virreyes o el paso de grandes celebraciones religiosas, articulando lo político con lo sagrado. La ubicación de San Pedro en este trayecto no era casual, sino que respondía a una lógica de escenificación del poder, donde cada parada reafirmaba el vínculo entre la autoridad terrenal y la autoridad divina.

Finalmente, la Plaza Mayor de Lima funcionaba como el escenario culminante del poder virreinal. Allí se concentraban las instituciones fundamentales del gobierno, la justicia y la religión, y desde allí se proyectaba la autoridad hacia todo el territorio. La plaza no era solo el centro geográfico de la ciudad, sino también el corazón ideológico del orden colonial, donde se hacían visibles las jerarquías, se organizaban las celebraciones oficiales y se ejecutaban actos que reforzaban la presencia del Estado. Su arquitectura y sus usos revelaban una clara intención de consolidar el poder a través de la monumentalidad, la ritualidad y la centralidad visual y simbólica.

Esta secuencia, Callao, Camino Real/San Pedro, Plaza Mayor, pone en evidencia que el poder virreinal no se desplegaba únicamente mediante decretos o instituciones, sino que también se territorializaba en el espacio, se representaba en la arquitectura, y se encarnaba en rituales y recorridos. La ciudad virreinal, en este sentido, no era solo un centro administrativo, sino una máquina de representación del orden colonial, en la que cada punto cumplía un rol preciso dentro del engranaje del dominio. En este marco, el Cabildo, como institución ubicada en el corazón de la Plaza Mayor, complementaba ese dispositivo articulador del poder, gestionando la vida urbana cotidiana y participando activamente en la organización de ceremonias, ferias y celebraciones públicas que reforzaban la centralidad simbólica del espacio. De esta manera, el análisis de estos espacios permite comprender cómo la planificación urbana y el uso simbólico del territorio fueron herramientas fundamentales para sostener el proyecto imperial en América.

H2 2025 - ABOY 

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DOCENTES VICTORIA Y GISELA

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